domingo, julio 19, 2009

Lucybell en la Blondie, (aunque ya no es lo mismo…)


Hacía su tiempo que no salíamos a un tocata, hacía rato que no estábamos presos de la música en vivo, entre cajas acústicas a medio reventar.

Así que, por aquí y por allá buceando en la web, que dimos con el recital de Lucybell. A ellos los escucho desde los 90’, grupo de buenas letras, de sonido intransigente, hasta lo usé un par de veces para analizar poemas y lírica. Y en mi afán por escucharlos, adquirí con los años sus casettes, después cd’s y dvd’s de conciertos; por cierto, venía de perilla ir a cachar en qué andan, dado que se fueron del país hace un ratillo. Y el lugar de festín musical era la Blondie, total que perfecto panorama: recital, y luego, fiesta ahí mismo.
La Blondie en sí, es especial, es de disfrutar lentamente absorto, tanto por sus propios eventos, como por ser una disco en suyo, alternativa; como no recordar los carretes kirch’s, bailando desde la Madona a Rafaella Carra, pasando por Pablito Ruiz, Emanuel o Daniela Romo (cueccccccccc). Y que decir de los feligreses que la frecuentan, de los más variados estilos modísticos, como sexuales. Al margen total.
En rigor, sábado 18 de julio a las 22:00 era la cita. Perfecto, en vacaciones, con mi vida a la vida… Y como los gustos cambian, a patita a transitar la noche.

Que llegando, medio atrasado (que me carga), gente a la entrada de la bendita galería, pero como de funeral, y ya al ingreso de la disco, que un pastel de pelo cano en cola, con pala y escoba en mano, hecha defecando prepotentemente a unos nenes que estaban sentados en los escaños de las tiendas. Y que nos pregunta luego: ¿van a ensayar?, “y que vamos al recital”, respondo. Y que nos vuelve a decir, ¡ya vayan saliendo!, y que ya molesto, lo inquiero “¡pero que no podí dar una explicación de lo que pasa!”, respondiendo algo más calmado “que está clausurado, que van a llegar los pacos y toos presos, y que consulta al guardia”. Plopppppppp, cagamos pensé. Y allí mismo, que me vino a la memoria una información de que la disco tenía atados con su permiso, que la habían clausurado, y que el pastel del gerente decía “si el atado era por un balcón, pero ya lo cerramos y todo bien” o algo así. Incluso, el cierre de la Blondie dio pie a organizar escándalos en contra del cierre, imagino que organizado por su feligresía. Ya en la puerta de la galería, nuevamente y ya medio con dolor al costado de mi bendito aneurisma intercostal, y que mi vida más cueecccc que yo, preguntamos al “guardiasinpintadeguardiasinomásbiendecarretero” “¡qué onda con la tocata!”, y que nada que iba igual, que se cambiaba a Cueto con Balmaceda a un centro cultural, que empezaría más tarde dado el problema, y que, habría buses de acercamiento… ¡BUSES DE ACERCAMIENTO! ¡¡¡¡Salvados!!!! Y cual gente adiestrada por el Transiantiago (para algo que sirva), se forma la fila de rigor, y al bus, que no era ni rasca ni nada de eso, sino fuertemente pasado a copete. Vueltas van, vueltas vienen, y llegamos, y el centro de eventos ni más ni menos, era el galpón donde estaba Sal Lobos. De risa.

A los 5 minutos de llegados, tomando ubicación, sale Lucybell al ruedo. Rotundo, pleno. Fuertemente sostenido por el sonido increíble, que te perforaban y hacían vibrar la guata por cada riff de bajo, o cuando el batero le daba al bombo. Bien la banda, afiatada, profesional al extremo, dos horas de cantar, saltar, rememorar… A esa altura, ni el costado dolía, salvo expectante disfrutar cantando a todo pulmón, el alma abierta, los ojos al cateo, los oídos degustando, absorto. Dos horas que pasaron volando. Y la gallada en éxtasis, la minas en fervor lunático, que a cada gesto de Claudio (el vocalista), saltaban de placer, amando a su héroe, faltaba que le tiraran los sostenes y los calzones (o colales) no más. La banda, pasa por un momento extraordinario. Se nota que llevan sus años de carrete, que los integrantes que se fueron, no se extrañan. El baterista es fuerte en su interpretación, preciso, atinado al llevar los tiempos, hasta le canta, más rockero que el que se fue, diría que más músico. El bajista, en lo suyo, marcando pausas, sensual con sus cuerdas a veces, comunicado con sus oyentes, pidiendo aplausos de complicidad por un tema. Y Claudio, Claudio en lo suyo, cual vocalista de los Virus, seduciendo, teatralizando algunos temas, simulando quema de pitos, o actos de sexo salvaje. La lleva, y sabe que la lleva, tiene la mano, y se agradece. Se dieron maña por tocar lo conocido y lo menos, y yo que me creía fanático, no me sentí tanto, dos o tres temas no los había escuchado nunca, aunque algunos del público los cantaron todos. Se pasearon in extenso por su repertorio. También se agradece. Algunos temas fueron catárticos: De sudor y ternura, Fe, Luces no bélicas, Cuando respiro en tu boca, Caballos de histeria, Sálvame la Vida (escuchado, aprendido y cantado cuando te esperaba afuera del súper), Mil caminos, Hoy soñé… Genios en el escenario, y en la Blondie que no era la Blondie. Se disfrutó a concho.

Y al final, cuando se fueron, a cachar la fiesta, y que ahí, guateó el sonido de los vj’s; claro, después de estar escuchando a la banda, cualquiera habría sonado mal después. Improvisado el ambiente, me dio a sentirme en una fiestecilla de universitarios o comercial. Un puro bar para sedientos bailarines, fila eterna. Apretujados y empujados. La música era de los 80’. Pop británico diría. Dos proyectores malamente ubicados, mostraban lo que se bailaba… Hasta un tema (de Billy Idol) destiñó pesado, entrecortado y pifiado. Mal. Mucha luz para ser una disco, aunque al rato, hasta le bailé, pero no más de hora y media y pa’ la casa. Aunque la Blondie puede darse el lujo de salir de la Blondie, y llevarse a todo su público, lleno estaba. Pero, la deuda estaba saldada, Lucybell era el plato fuerte, se degustó, se gozó y sería.
Hubiera sido mejor verlos en la Blondie. Casi perfecto hubiese estado.