martes, julio 18, 2006

En la fila

Durante gran parte de mi adolescente vida, tuve que desarrollar los más variopinto tipos de trabajo, desde barrer la calle, hacer la cama, sacar la caca de los perros y darles agua, hasta comprar lo que faltara para la comida o pan para la once.
De todos esas penosas y humillantes labores, por lejos me encantaba ir al pan. Eso era después de las 17:00. A esa hora el pan sale recién del horno, muy caliente y crujiente, listo para hecharle la margarina y esperar que se derritiera por el calor de la miga. Además de tener la posibilidad de volverse a la casa ya habiendo masticado media marraqueta, que en si es un deleite.
Pero el valor agregado era el momento de esperar el turno para comprar el pan. En ese momento se armaba una fila muy ordenada, sin tener que estar dando indicaciones, cada uno sabía lo que tenía que hacer por ser cliente habitual. Y en la fila con más de alguien te topabas. Generalmente amigotes del barrio. Uno de ellos era H. Vivíamos a cosa de metros, aunque él estaba en la avenida principal. Sus padres eran contemporáneos a los míos, se conocían de años, sobre todo nuestros padres que jugaban a la pelota en una liga amateur. Total que con H hacíamos planes para la noche, onda después de la once, tipín 20:30, recién bañados, con ropa limpia de o para la taquilla. Muchas veces era el mismo itinerario. Juntarse en la esquina del video club, saludos de rigor con ficha incluida. Esperar hasta el anochecer, para luego salir a tirar patas, saludando a cuanta mina se cruzara, si alguna respondía, de aguja a sacar el nombre o a acompañarla en su vuelta.
Si no llegaba H a la fila, siempre estaba la minita de turno, esperando el pan, ahí también te la podías jugar. Seguro la dejabas en su casa, onda la más tiernucha.

Ya hace rato que no voy al pan, prefiero el supermercado o comprar bolsas de pan molde, menos tiempo para rituales . Como estoy en vacaciones, me dio la tincá de ir al pan. Y en la fila estaba H. Nos saludamos, me comentó que estaba de vacaciones porque su hijo estaba enfermo, además estaba viendo su casa que se la habían entregado hace poco, así que estaba entre preocupado por su hijo y alegre por la casa. El pan como siempre estaba calentito. Me vine comiendo un trozo hacia mi casa. Me sentí cabro en la fila. Y me gustó la sensación.

1 Comentarios:

Blogger Gabriela dijo...

Revivir esas cosas que pasaron hace tantos años, da nostalgia y alegría también de tener esos buenos recuerdos. Y si es de la panadería que creo, las marraquetas son deliciosas como las que me comí ayer con palta y un tecito pa'l frío.

6:29 a. m.  

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