martes, julio 18, 2006

Lalo, el chico de mi barrio

Con Lalo crecimos juntos. Éramos vecinos próximos, nuestras casas están pareadas. Un año mayor que yo, Lalo tenía todo lo que yo quería tener: ambos padres, una gran familia aparéntemente feliz, segundo piso, vehículos (trabajan en la fería vendiendo muebles de mimbre), y un televisor que les permitía adentrarse en los misteriosos e incógnitos mundos del cine y de las grandes series de tv. Por esa época nos juntábamos mucho. Bastaba con que nos llámaramos, para que apareciera su cabeza sobre la pandereta, despeinado, medio crespo y muy flaco (he cargado siempre con un sobrepeso, que a cierta edad te imposibilita andar dándotelas de galán con las niñitas bonitas del barrio, de allí mi admiración)
Ya crecidos a la dolescencia, Lalo me aventajaba por mucho, a los ya anteriores dones le sacaba partido a su manejo de una moto que tenía su padre, Don Nicolás. En la moto hacía toda clase de piruetas, que ya estando montado en ella, daba toda una onda. A las minas más ricas de la cuadra, las subió a su moto, siempre a sus espaldas rodeando su cintura, con pechugas pegadas a su espina dorsal. Sólo acelerando y con movimientos bruscos, Lalo debe haber sentido varias cosas. Y eso ocurría en el día, ya llegando la noche, se las llevaba a la vueltita y listo. Un suceso. Ya con Lalo no nos juntábamos, es más, salía con otros cabros del barrio, que tenían "dones" igual qu él, algo así como una super liga de galanes, total que habían cuatro, que arrasaron con cuanta pierna juvenil andaba por el pasaje. Obviamente, que yo miraba desde ligas menores, a lo más mi transporte era una bicicleta Bianchi, las minas eran de otros lados, pero no menos ricas, aunque si, ni cagando del gusto del Lalo, que más bien las prefería tiradas a grande, tetonas, acinturadas, tipo Yayita. La Gema fue la primera, de ojos verdes calipso, melena al viento tipo Samantha Fox, un manjar a la altura de Chanavia. Él se la tiró y a la mina le gustaba el hueveo. Se pescó a la mina que me gustaba desde pendejo. Lalo y su moto. Mucha desventaja.

Al tiempo dejé de verlo. Se cachaba que le iba más o menos bien, puesto que manejaba un auto del año, para transportar personas al aeropuerto, según me comentó Don Nicolás. Yo a esa altura trabajaba profesionalmente.
Hace poco lo volví a ver, andaba con un coche para gemelos, sus hijos. Pulento para todo, el Lalo.

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